domingo, 14 de marzo de 2010

Alex Ubago


Alex Ubago nació en Vitoria el 29 de enero de 1981. Fue bautizado el 17 de febrero del mismo año con el nombre Alejandro, aunque pronto lo empezaron a llamar Alex. Es hijo único. Cuando tenía cuatro años, sus padres se trasladaron a San Sebastián por motivos de trabajo y desde entonces vive allí. De carácter extrovertido, con cierto grado de timidez pero sin problemas para relacionarse, disfrutador de la vida en cada momento, nunca dejó de salir un fin de semana por estar en época de exámenes.

A los 14 años empezó a jugar al billar casi por casualidad, le tomó el gusto y fue mejorando su estilo hasta que al cabo de dos años ya estaba compitiendo. Del mismo modo comenzó escribiendo canciones, por diversión, a los quince años. Hasta que un día hizo una canción que realmente lo dejó satisfecho. Quiso que alguien la escuchara. Esa canción no fue grabada en disco, pero aún existe. A partir de esa primera canción no dejó de escribir. Poco después hizo Sabes y Hay que ver, que están grabadas en la primera maqueta. Y le tomó el gusto. No se sentaba todos los días a las 11 a componer, pero salían cosas. Estaba en la cama y aparecía una melodía o una letra. Escribía un párrafo, no sabía como seguir, lo dejaba a medias, continuaba días o semanas después.


Un día, llamé a mi primo David. Es músico y tiene un estudio de grabación casero. Me animé, durante dos o tres semanas me pasaba a la noche por su estudio y tranquilamente fuimos grabando. Mi primera maqueta tenía cinco canciones. Terminé de grabar las cinco canciones y dos o tres las había escrito para mi novia de entonces. Se acercaba su cumpleaños y le regalé la maqueta. Pensé que era bonito, original. Fueron las primeras canciones que escuchó mi mánager, Íñigo Argomániz. Le pasó la maqueta mi primo Ramón. Regenta el Antonio Bar, al que Iñigo iba de vez en cuando. Después, claro, llegaron más canciones y más maquetas.

Íñigo estaba sentado en su mesa, con una pila de maquetas delante. Me contó que un día estaba trabajando en el ordenador mientras escuchaba de fondo mi maqueta con las cinco canciones. No le hacía ni caso. Pero una canción se le agarró al oído, volvió al principio y la escuchó tranquilamente. Le gustó no sé qué. Las letras, mi voz, las canciones... Y me llamó para saber quien era, qué hacía.

Le conté algo de mi vida y que no tenía más canciones grabadas. Íñigo me dijo que le gustaban, que siguiera escribiendo tranquilo, con calma. Nunca me prometió nada; nunca me dijo que iba a grabar un disco. Simplemente que nos volveríamos a sentar cuando tuviera 12 o 14 canciones más.

Volví a casa dando botes. Y me puse a escribir sin fecha determinada, sin plazo fijo. Cuando tuve más canciones, se las mandé. Me pidió más y escribí más. 25 canciones en un año.

Mis canciones cuentan historias sencillas, personales, que le pueden suceder a cualquiera. No planteo ninguna relación de poder ni de predominio de una persona sobre otra. Nadie es ganador ni perdedor. Todos aprendemos y todos enseñamos. Unas veces necesito y otras me necesitan. Quiero mantener un equilibrio entre las dos partes de una relación y defiendo la libertad individual, la necesidad de que cada uno busque y siga su camino. Ser uno mismo.

Yo le mandaba las canciones nuevas a Íñigo y él se las enviaba a Alfonso Pérez, el director artístico de Dro. No tenía nada claro que fuera a grabar un disco pero cuando hubo un repertorio guapo de canciones, fui a Madrid a conocer a la gente de la discográfica. En octubre de 2000 volví para firmar el contrato con Dro. En enero de 2001 ya estaba trabajando con Jesús Gómez, mi productor.

Cuando comencé a grabar el disco, no tenía una banda. A los músicos que hoy tocan conmigo los conocí después, cuando necesité ensayar por si acaso salía algún concierto. Adoro a los cinco. No me siento como un solista con un grupo de acompañamiento detrás. Marco, Xavi, Sergio, Carlos y Paul y yo hemos hecho un grupo de amigos porque han sido dos años de viajar sin parar, todo el día juntos. Seguimos los mismos desde el principio y siempre aportan cosas.

Mi vida ha cambiado, pero más en el entorno que en mí mismo. He aprendido mucho, pero mi personalidad no ha variado. El trabajo, las experiencias, los viajes... Todo me ayuda a madurar. Ha aumentado mi sentido de la responsabilidad porque trabajo con mucha gente, pero no me siento presionado por esto. No tengo la sensación de que todos dependen de mí. Al menos, yo no creo que sea así. También he perdido algo de libertad personal, aunque no me siento perseguido ni acosado. Tampoco me planteo que puedo influir en otras personas a través de mis canciones, aunque sea así, porque no quiero influir en nadie. Me gusta que la gente se sienta bien escuchándome, que mis canciones puedan ser útiles interpretándolas a su manera, pero nada más.

Intento llevar una carrera musical controlada. Aparecer cuando tengo que hacerlo y desaparecer cuando lo necesito. No voy a dar pie en mi vida a cualquier cosa que no tenga relación con la música. Quizá vendería más discos, pero no me merece la pena. Creo que puedo mantener esta actitud porque está en mi personalidad. Hay personas que sólo quieren hacerse famosas. Yo quiero vivir de la música y con esto tengo de sobra. Me hubiera conformado con mucho menos